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Aquí les compartimos uno de los textos presentados en el Séptimo Coloquio de reflexión filosófica en México:
LA
COLONIZACIÓN FILOSÓFICA EUROPEA
Y
LA CRIMINALIZACIÓN DE LA TLAMACHILIZTLI
Mtro.
José Luís García Espíndola
18
de diciembre de 2014
El
pensamiento filosófico que nace como una reflexión acerca de los espasmos de
barbarie y el uso de la violencia como elemento natural del poder, ha forjado
líneas históricas de pensamiento que desde Europa, ha fundado formas políticas
y jurídicas motivadas por el surgimiento de la civilización occidental, desde
la Polis, hasta la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Así
en el valle de México, antiguas civilizaciones tales como Teotihuacan, Tula y
Tenochtitlan –sólo por nombrar las más destacadas-, desarrollaron pensamientos
filosóficos del todo incomprendidos para los colonizadores europeos del
medioevo, que hasta hoy son una cripta cerrada en los archivos genéticos del
mestizo mexicano que ha olvidado que su sangre alberga principalmente cromosomas
indígenas. La predeterminación de la ideología religiosa, hizo de los españoles
católicos adoradores absolutos de figuras divinas, una muralla ideológica que les
impidió apreciar efectivamente las categorías empleadas por los filósofos
precuahtémicos (tlamatinimeh), que
fueron confundidos con sacerdotes o brujos. En el fondo este es un problema
hermenéutico, fundado en el fanatismo religioso de los peninsulares del siglo
XVI, que forjó la imposición del etnocentrismo castellano en México, al
pretender eliminar cualquier tipo de evidencia arqueológica de la filosofía
ancestral del Anahuak (nombre anterior que se le da a la extensión territorial
que hoy se conoce como América del norte –axan
Anahuak –del náhuatl: desde aquí Anahuak, (hoy Alazka) y Mesoamérica Nikan Anahuak – del náhuatl, hasta aquí
Anahuak (hoy Nicarahua)).
Este
ensayo filosófico se compone de tres tiempos, el primero es un marco conceptual
en torno a la colonización filosófica y el etnocentrismo europeo, como
categorías empleadas de acuerdo a un solo sentido de interpretación univocista,
que impone su pensamiento universal. El
segundo apartado, es una puerta al pasado filosófico de México desde una
interpretación equivocista, que rechaza el planteamiento universalista para dar
prioridad a los elementos multivocistas, en donde es permitida la multiplicidad
de voces que surgen de aquellos sujetos que se interpretan a sí mismos a partir
de su identidad indígena arraigada en el pensamiento filosófico náhuatl. El
último capítulo es un análisis acerca de las consecuencias de la imposición por la fuerza del
pensamiento etnocentrista en América y sus repercusiones violentas en formas de
discriminación y criminalización de las etnias originarias de México.
1. La
colonización filosófica y el etnocentrismo europeo.
En
este ensayo se entiende a la colonización filosófica, como aquella imposición
de un pensamiento que es válido y único en torno a categorías tales como la verdad, la razón, el saber y el ser, sin que pueda existir algún otro
tipo de concepción, de expresión ideológica o filosófica, ajenas a su propio sistema
universal de inclusión, que se funda con la fuerza y se conserva con el miedo,
es decir, cuando una cultura domina con el uso de la violencia física la
predeterminación psicológica, que es al mismo tiempo: i) una imposición de
pensamiento filosófico y ii) su conservación, a partir de la criminalización de
las formas de pensamiento que le antecedieron.
En El giro hermenútico, Gadamer menciona
que “es sin duda cierto, que la
filosofía, bajo cuyo signo nos encontramos aquí, surgió total y completamente
en Europa” (p.220). En este sentido, las expresiones filosóficas que
pudieran provenir de otro sistema, ajeno al pensamiento impuesto por la dominación
europea, serán descalificadas, puesto que el etnocentrismo es un trastorno
psicosocial, que conduce a un laberinto en el que todas las salidas son
arquetípicamente violentas, causantes infalibles del deterioro del colectivo
social.
La
imposición de las líneas de pensamiento del ente social mediante el uso de la
violencia, fue el modus operandis del
imperialismo europeo y la expansión de la filosofía occidental, por ser el
único elemento reconocido por las universidades del viejo continente, como
medio válido de hacer filosofía, es decir, que el pensamiento europeo se había
expandido a la par del uso de la espada, puesto que la colonización europea no
sólo fue militar, también fue conceptual, el imperialismo no sólo destruyó
civilizaciones, ciudades y tribus, también exterminó las múltiples formas de
entender el saber.
El
avance del univocismo europeo dejó ruinas arqueológicas en todo el mundo, al
mismo tiempo que fundo registros genéticos que heredaron líneas ideológicas
etnocentristas que se expandieron junto con la construcción de la concepción
única del saber, como un castillo de piedra en lo alto de la colina de la razón,
que distingue un solo elemento de concepción del sujeto y cosifica su pensamiento
como un objeto de estudio para la propia razón, predeterminada por el
eurocentrismo colonial imperialista, arraigado al racionalismo universal de
occidente que se fundamenta en una lengua imperial como el elemento primordial
del control social virreinal, multinacional o trasnacional.
2. La tlamachiliztli, una puerta al pasado
filosófico de México.
La
obligación de escribir en castellano para ser entendido en las universidades e
instituciones académicas mexicanas, no deja otra alternativa al filósofo
nahuahablante, que la de apegarse a las etimologías y los conceptos de la
filosofía europea, sin embargo hay ciertas palabras en la lengua materna
tolteca, que por su contenido simbólico, son códigos para desencriptar el
pensamiento originario. En este sentido es pertinente aclarar que la etnia
nahua, surgió a partir de mitos multivocistas, en el que diversas figuras
mitológicas intervienen en la antropogénesis, la concepción del hombre es una decisión de
muchos (no del Uno), muy contraria a la visión univocista del monoteísmo, en la
cual la verdad es absoluta y la razón es única. En tanto que, en el pensamiento
originario no existe una causa primera, sino múltiples causas que configuran
una constelación de matices y tesituras para interpretar al cosmos, con
fundamento en la intersubjetividad, del reconocimiento mutuo entre lógicas
distintas, que privilegian el criterio de la particularidad, así se distinguen
las categorías en las que se fundamenta la filosofía anahuaka.
Para
ilustrar tal concepción, es pertinente acudir a la propia lengua náhuatl, a
través del vocablo tlamachiliztli, que
en su traducción más habitual es sabiduría, ¿no es precisamente la sabiduría
aquello que ama el filósofo? Il sapere, el saber, aquel eslabón que
sujeta al sapiens con el homo, con una cadena existencial, que saborea la
concepción del si mismo contemplado
en la naturaleza filosófica de la razón. El saber, en tanto estructura cualitativa
del homo sapiens, es una lógica que
nace del logos, distinguido como la
razón proferida en el habla, que se traduce como la cumbre de la dinastía del
racionalismo y su determinismo en el pensamiento occidental, por lo que resulta
indispensable, extraer de las criptas de la lengua nahua-tolteka, la concepción
categórica de la tlamachiliztli, a
partir de la palabra saber en una lengua no europea, para derribar los pilares neurolingüísticos
etnocentristas de la filosofía de cuna grecolatina, que se funden con la
violencia, cuando contiene en sí el rechazo a todo aquello diferente a la
existencia -encadenada al altar de sacrificios-, que rinde culto profético al
saber que sólo puede emerger de la razón única, templo en el que se sacrifican
tanto las individualidades como las multiplicidades del pensamiento
multivocista.
En la
lengua náhuatl, mati significa saber,
y puede usarse también como el verbo saborear (al igual que el verbo sapere). Interesante es: que i) saber y ii) sentir usan la misma raíz: mati, lo que permite a la filosofía nahua partir de dos categorías
en las que el ser se entiende, no
solamente a partir del pensamiento, sino también del sentimiento, puesto que
saber y sentir están ligados dialécticamente, para concebir al ser desde la superación hasta la
conservación de lo que se entiende ontológicamente, esto sucede en dos
sentidos, pero con un mismo rumbo: i) el saber-razón
y ii) el saber-sentir, un
acontecimiento dialéctico que permite interpretar la totalidad del sujeto no en
una u otra significación, sino simultáneamente, es decir en ambas concepciones
de tiempo y espacio, lo que permite entender la síntesis ontológica como
propuesta originaria de la tlamachiliztli
nahua, a partir de una hermenéutica que propone interpretar al sujeto desde
la integración de estas dos categorías ontológicas, al conciliarlas en la sabiduría, tanto a la razón (del objetivo univocista), como con el
sentir, característicos del criterio de autenticidad (de la subjetividad multivocista).
3. La
satanización de la tlamachiliztli y
la criminalización de la filosofía náhuatl.
La
Santa Inquisición de la Nueva España, fue la encargada de perseguir la herejía
en los territorios invadidos durante el siglo XVI, bajo figuras jurídicas auspiciadas
por el Tribunal del Santo Oficio, que ligaba de jure a los reyes católicos de España, con el papa en Roma, para el
dominio político y espiritual del “nuevo mundo”, en el fondo ambos tenían como
objetivo exterminar todas las formas de pensamiento antiguo e imponer por la
violencia el univocismo europeo del medioevo. La quema de bibliotecas (amoxcaltin), de libros (amoxtin) y finalmente de personas,
fueron acontecimientos que sistemáticamente
borraron la filosofía precuauhtémica, para fundar un nuevo pensamiento
que se arraigaría en las profundidades del inconsciente colectivo, una teología
política monoteista, fundada en el castigo y en el uso de la fuerza. El individuo en Anahuak fue negado, el sujeto
indígena fue pulverizado ante el universalismo romano, católico y apostólico,
pues mientras que los soldados asesinaron el individualismo con la espada, los
frailes aniquilaron la tlamachiliztli
con su pluma, al encarcelar las categorías filosóficas tras los barrotes de las
conceptualizaciones religiosas forjadas en castellano, para cortar las lenguas,
tanto en cada una de las bocas como en la voz que hoy clama en la conciencia de
los pueblos originarios.
Los
siglos no pasaron en vano y las repercusiones de tales acontecimientos son
catastróficas, en términos de la falta de reconocimiento hacia las distintas
expresiones filosóficas endémicas de México, que no son tomadas en absoluto en
cuenta por las instituciones contemporáneas. Para enseñar filosofía, se acude a Hegel y a Aristóteles, pero
muy poco a Nezahualcoyotl o Ahuízotl, ¿por qué, si su pensamiento es definido y
construido a partir de conceptos, tales como el reconocimiento (tloque
nahuaque) y la autopoiesis (moyokoyani)? El problema radical es que los españoles
interpretaron desde el monopolio de la predeterminación de su pensamiento
religioso y confundieron con dioses toda categorización metafísica. Hoy, la
reinterpretación realizada desde los criterios de la hermenéutica multivocista,
recupera las categorías filosóficas precuauhtémicas que aparecen enjauladas por
las palabra castellanas, que fueron enclaustradas en conceptos religiosos bajo
el nombre de deidades o divinidades, por lo que es la propia filosofía nahua la
llave de sus mazmorras medievales, para liberarlos de sus celdas
inquisitoriales, y entonces presentarlos, como elementos de una constelación de
categorías filosóficas originalmente precuahtémicas, que dan autenticidad y
definición a una cultura ancestral con representantes vivientes, en etnias
descendientes, que habitan el México de hoy, lo que facilita la interpretación
y abre la puerta a una hermenéutica dirigida por los propios criterios
lingüísticos nahuas, para rescatarlos de la prisión histórica que le han
impuesto los monjes de aquella ideología-lenguaje, construida por las
estructuras monoteístas de pastoreo y de control social, fundamentadas en el
modelo de dominación-explotación.
4. Consideraciones
finales.
Para
cerrar este ensayo es prudente preguntar si en México ¿ha concluido el régimen
inquisitorial? Para dar respuesta, es necesario plantearse dos perspectivas: i)
de jure, acerca de la cual pueden
existir argumentos que afirman haber superado dicho modelo medieval, en
términos de modernización de la codificación jurídica e institucionalización
política. Sin embargo ii) de facto,
parece muy lejos de haber sido superado, pues prevalece, no sólo un linaje
genealógico de la tortura -que no ha sido interrumpida desde la colonia, como
un método, tanto de obtención, como de producción de la verdad jurídica-, sino como
la permanente constante de un proceso de criminalización sistemática hacia las formas
de expresión de la tlamachilliztli,
que como se ha dicho, no sólo comprende su saber racional, sino también su
saber sentimental, en el que los cuerpos son, precisamente los receptáculos de
dicho saber, por tal motivo las expresiones corporales -tales como la danza y
su eterna aliada la música-, permiten acceder al lenguaje encriptado en el saber
del cuerpo, que está más allá del conocimiento de la anatomía o la fisiología.
Superar al saber en su categoría exclusivamente racional, significa liberarlo
hacia su manifestación vivencial que da paso a la representación subjetiva, que
rompe con las cadenas del lenguaje hablado (logos)
para dejarlo libre en su manifestación corporal, alejado de los vínculos de aquello
que ha pretendido históricamente presentarse como validez universal.
Hoy
las formas de expresión que se recuperan en las prácticas de la tradición
filosófica nahua, son reprimidas hasta en sus propios templos, tales como
Teotihuacan o Malinalco, en donde la experiencia indígena es criminalizada,
menospreciada, como un pensamiento minusválido, inferior a las formas
occidentales de racionalización del ser.
Realizar prácticas indígenas en centros ceremoniales son motivos de
represión por las fuerzas de seguridad, como conductas prohibidas que se
equiparan con crímenes, debido a la interpretación que hacen los aparatos
represivos del Estado.
Lo que
en antaño fue colonización, ahora la inercia lo manifiesta como
criminalización, de la negación de la cultura que no acepta la conciliación con
el saber-sentir, porque el sentimiento está atado con el dolor, porque la
sensibilidad asusta al débil de espíritu, es decir, de aquel que teme la muerte,
porque tiene miedo de sentir el dolor de su raza y le da la espalda, porque
llega tan profundo el dolor al que puede acceder con su recapitulación, como el
momento en que las tres carabelas de Colón arribaron para dar inicio a la masacre de aborígenes
americanos, lo que continuó con su despersonalización, su desubjetivización, y
así, se pudo dar paso a la universalización del colonialismo occidental,
colmado de violencia, atiborrado de baños de sangre indígena, misma que aun
duele en el sentir del alma mexicana, pues desde la masacre de Toxkatl en 1520 ,hasta
Ayotzinapa en 2014, la historia reabre la herida profética del eterno
retorno, manifiesto en las masacres mexicanas, que reaparecen cíclicamente
con el transcurrir del tiempo, como un oleaje de sangre que no cesa nunca, por
lo tanto es más fácil anestesiar el dolor que sentirlo, es preferible ocultarlo
que vivirlo.
Estos
son los motivos por los que se prefiere el claustro del aula, para la exposición
en castellano del saber-razón en los recintos académicos de las universidades
mexicanas, que sólo replican modelos monásticos, pues el saber-sentir, es tan
doloroso, que es preferible mantenerlo encadenado y oculto en las mazmorras de
la lengua náhuatl, alejado de todo programa académico oficial en México, para
que no irrumpa en los templos de la razón universal (de la lógica unívoca), con
las lenguas originarias multivocistas, que permitan recuperar todas las voces
de una raza autóctona, que pretendió ser aniquilada por la colonización. Así,
con la misma fuerza de lo reprimido se predispone a encarnar al eterno retorno en el impulso de la
barbarie y del derrame de sangre inocente. Por lo que, si se sublima en la
palabra de la cultura originaria, en el reconocimiento de la diferencia, en el
entendimiento de las redes multiculturales y transculturales, que se entretejen
para contener a la violencia que emerge de las profundidades del inconsciente,
como un impulso perpetuo de represión, entonces la respuesta ante la crisis de
violencia perpetua en México viene desde su propia raíz cultural, desde el
origen mismo del sujeto indígena que habita en cada mestizo, que es capaz de
reconocer su individualismo integrado a la colectividad, al apreciar las diferencias
como cualidades de las cuales se puede prosperar y no como criminalidades que
se deban reprimir.