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El 15 de septiembre de 1810, es multirecordado poque el cura Don Miguel Hidalgo tomò la decisión de iniciar la lucha por la libertad e independencia de México, mas sin demeritar tan importante hecho, hemos de tener en cuenta y no olvidar -no dejar que siga perdiéndose nuestra memoria histórica- que dos años antes en 1808 se da la abdicaciòn al trono de Fernando VII, a ello le sigue la propuesta del Ayuntamiendo de México para instaurar lo que se denominó una 'independencia provisional' a instancias de los licenciados Francisco Primo de Verdad y Ramos, y Francisco de Azcárate.
Primo de Verdad y Ramos, Francisco (1760-1808)
Abogado, síndico del ayuntamiento de Ciudad de México y
protomártir independentista mexicano nacido en la hacienda de Ciénaga del
Rincón (Ags.) el 19 de junio de 1760 y muerto el 4 de octubre de 1808 en Ciudad
de México.
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Francisco Primo de Verdad y Ramos |
Se trasladó muy pronto a la Ciudad de México e hizo sus
estudios en el Colegio de San Ildefonso, donde obtuvo el título de abogado, que
ejerció durante algunos años en la Real Audiencia. Síndico del Ayuntamiento,
formaba parte de un notable grupo de criollos novohispanos que seguía muy de
cerca el desarrollo de las ideas de los ilustrados, en España y Europa, así
como los acontecimientos que se produjeron al compás de la revolución francesa
y las guerras napoleónicas.
Entre sus más allegados figuraban el regidor Juan Francisco
Azcárate, el canónigo Beristáin y fray Melchor de Talamantes, que planteó un
proyecto de Congreso Nacional, pero conforme se hacían más delicadas las
noticias que llegaban de la península, creció el núcleo de quienes se inclinaban
por la autonomía, como los marqueses de Uluapa y Guardiola, Jacobo
Villaurrutia, alcalde del Crimen, o el hacendado José María Fagoaga, primo del
marqués del Apartado, miembros de la nobleza criolla más reciente.
Al publicarse en La Gaceta de México la noticia de
la abdicación de los reyes Carlos IV y
Fernando VII en Bayona, se produjo una extraordinaria conmoción, lo que llevó a
la población a aclamar a los regidores, en su mayoría criollos, cuando el
Ayuntamiento en pleno se personó el día 19 de julio de 1808 ante el virrey,
para darle a conocer la voluntad de la ciudad, que consistía en "rechazar
esas abdicaciones, desconocer a cualquier funcionario que llegase de la
península y que el Virrey continuara gobernando provisionalmente, con el apoyo
del Ayuntamiento de la Ciudad de México, como cabeza y metrópoli del reino de
Nueva España". Iturrigaray aceptó de buena gana esta representación,
redactada por los licenciados Azcárate y Primo de Verdad, y en una circular
fechada el 28 de julio decidió convocar a una junta general a celebrar en la
ciudad, "entretanto pueda convocarse la de todos los lugares del reino
situados á largas distancias".
El mismo Ayuntamiento, en una nueva representación del 5 de
agosto, pidió la reunión de las autoridades de la capital, "ínterin se
reúnen los representantes del reino". Entre tanto, Jacobo de
Villaurrutia, basado en los planteamientos ideológicos elaborados inicialmente
por fray Melchor de Talamantes, adelantó la propuesta de convocatoria de una
Junta representativa, mientras el licenciado Primo y Verdad, síndico procurador
del Común perfilaba sus propios planteamientos. Como precursores del
liberalismo mexicano, partían de un cuerpo doctrinal que se había ido
elaborando a lo largo de los años, recogiendo las formulaciones de los
ilustrados españoles y franceses, el modelo de la revolución norteamericana, y
teorías jurídicas y políticas tradicionales y modernas. La invasión de las
tropas francesas de la península y la ambición de Napoleón
sobre las colonias de América, abrieron perspectivas de sometimiento y tiranía
que conmovieron a los novohispanos.
El día 9 de agosto se celebró en Palacio una Junta general
a la que asistieron la Audiencia, el Ayuntamiento, el Arzobispado, fiscales,
canónigos e inquisidores además de funcionarios, prelados, títulos y vecinos
principales. Abierta la sesión por el virrey, tomó la palabra el licenciado
Primo de Verdad para explicar la finalidad de esta reunión. Su proposición
inicial decía que al no existir monarca legítimo en España, tras las
abdicaciones de Bayona, "la soberanía había regresado al pueblo",
por lo que resultaba necesaria la formación de un gobierno provisional, de
acuerdo con lo establecido en las Leyes de Partidas. Proponía al virrey y a la
junta "que jurasen por rey legítimo de España y de las Indias a
Fernando VII" y que no se reconociera a ningún monarca "que no
perteneciese a la rama borbónica, ni se entregara la Nueva España a nadie que
no fuese de la familia real legítima".
Rechazada esta propuesta por el oidor Aguirre, que se
pronunció en nombre de la Real Audiencia, el virrey sin embargo se inclinó a
favor de la posición del Ayuntamiento y del licenciado Primo y Verdad,
confirmando su adhesión a la legítima realeza de Fernando y rechazando la
posible obediencia de la Junta de Sevilla.
Los días siguientes fueron de confusión y controversia,
mientras el Ayuntamiento y la Real Audiencia entregaban al virrey representaciones
e informes enfrentados. La llegada a mediados de agosto de los comisionados de
la Junta de Sevilla, Juan Jabat y el coronel Tomás de Jaúregui, significó el
reforzamiento de la posición de la Audiencia, pero las noticias procedentes de
Londres, con la información de que la Junta de Asturias había solicitado el
apoyo del gobierno inglés, reavivaron el ánimo favorable a las posturas de
independencia propugnada por los criollos.
El enfrentamiento entre ambos bandos se fue haciendo cada
vez más violento. Por una parte, se extendió la conciencia de que había llegado
el momento de organizarse y concretar un proyecto de gobierno propio, similar a
los que se estaban instalando en la península, según la formulación de Primo y
Verdad. Entre tanto los peninsulares, apoyados por los comisionados de Sevilla,
buscaron la bendición del arzobispo Lizana de Beaumont y organizaron partidas
de chaquetas, así llamados por el uniforme de que se habían dotado, al
constituirse como batallón de voluntarios de Fernando VII los "dependientes
de las casas españolas de comercio".
Dirigidos por el rico hacendado Gabriel del Yermo, los
seguidores de la Real Audiencia se conjuraron para deponer al virrey,
obligándole a ceder el poder al general Garibay. La noche del 15 al 16 de
septiembre una multitud de chaquetas, debidamente aleccionados, irrumpió
violentamente en las estancias virreinales, tomaron preso a José Iturrigaray y
desencadenaron una amplia represión que alcanzó a cuantos habían tomado partido
en las reuniones y juntas celebradas a favor de las decisiones del
Ayuntamiento.
Uno de los primeros en ser detenido fue Primo de Verdad, al
que se encerró en la cárcel del Arzobispado. Se le mantuvo en incomunicación
absoluta y, pocos días después, el 4 de octubre, murió por causa desconocida,
aunque desde el primer momento se rumoreó que había sido envenenado.
Averiguaciones posteriores no han podido confirmar este hecho. Según el
historiador Lucas Alamán, recibió ayuda y asistencia de su familia y pudo ser
enterrado en la capilla del Sagrario de Guadalupe. Un siglo más tarde se honró
su memoria colocando una lápida en el lugar de su encierro.
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