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María
Josefa Crescencia Ortiz Téllez- Girón.
"(Valladolid, hoy Morelia,
México, 1768 [o 1773*]- Ciudad de México, 1829). Patriota mexicana y heroína de la
independencia de México, conocida también por el apodo de la Corregidora de
Querétaro.
Nacida en el seno de una familia
de españoles de clase media, Josefa Ortiz de Domínguez fue bautizada [...] con los nombres de María de la Natividad Josefa. Su padre,
Juan José Ortiz, fue capitán del regimiento de los morados y murió en acción de
guerra, cuando ésta contaba con pocos años de edad. Tras la muerte de su madre,
María Manuela Girón, se hizo cargo de su educación su hermana María, la cual
solicitó su ingreso en el Colegio de San Ignacio de Loyola.
Durante los años que permaneció
en el colegio aprendió a leer, escribir y nociones básicas de matemáticas,
además de lo que se consideraba en la época que debía aprender una señorita de
su clase social, de este modo aprendió a bordar, coser y cocinar.
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Doña Josefa Ortiz de Domínguez |
En el año 1791 contrajo
matrimonio con […] Miguel Domínguez, el cual en aquellos años trabajó en la
secretaria de la Real Hacienda y en la oficialía del virreinato de Nueva
España. Gracias a sus buenas relaciones con el virrey Félix Berenguer de
Marquina, Miguel Domínguez, fue nombrado Corregidor de Querétaro en el año
1802. Durante estos primeros años de matrimonio, Josefa por su parte se hizo
cargo de las labores domesticas y de la crianza y educación de los dos hijos de
su esposo, puesto que Miguel era viudo cuando contrajeron matrimonio. Todo
parece indicar que la pareja fue feliz y durante los años que permanecieron
casados tuvieron doce hijos.
Además de estas labores
domésticas, Josefa Ortiz de Domínguez se mostró muy identificada con los
problemas de la clase social de los criollos, a la cual pertenecía por ser
descendiente de españoles; ya que a pesar de las reformas realizadas tras la llegada
de los Borbones a España (1700), se perpetuó la tradición de que fueran
españoles, nacidos en la península, los que ocuparan los altos cargos de la
administración virreinal y del ejército, relegando así a los criollos a los
puestos secundarios.
Josefa defendió sus intereses de
clase y también se hizo eco de las reivindicaciones de indios mexicanos, los
cuales vivían en condiciones lamentables. Por este motivo durante toda su vida,
intentó que se reconocieran los derechos de los indígenas y además aprovechó su
posición, como mujer del corregidor, para llevar a cabo numerosas obras de
caridad.
En 1808 se produjo la invasión
napoleónica de España, la cual tuvo como consecuencia el inicio de la guerra de
la Independencia y la formación de las juntas de gobierno, ante la ausencia de
Fernando VII. Las noticias llegadas de España en 1808 parece que iniciaron el
movimiento independentista de México, ya que tras las primeras muestras de
apoyo al rey comenzó a fraguarse en algunas mentes la idea de separarse totalmente
de España.
Tras un intento fallido del
virrey para formar una junta de gobierno independiente se produjeron las
primeras conspiraciones destinadas a acabar con el orden establecido. Miguel
Domínguez, como corregidor, apoyó al virrey en su decisión de formar una Junta
de gobierno, pero ante la imposibilidad de llevar estos planes a la práctica,
se hizo partidario de los ideales independentistas, parece que a instancias de
su mujer, que se convirtió en una firme colaboradora del movimiento.
Así, tras los primeros momentos
de confusión, cada vez se hizo más claro para muchos, la necesidad de construir
en México un Estado en el que imperaran los valores democráticos. Esto influyó
notablemente en el matrimonio Domínguez, que abrió su casa a unas hipotéticas
reuniones literarias, aunque en realidad se mantenían reuniones de carácter
político, con posterioridad en ellas se tomarían decisiones para iniciar el
movimiento revolucionario en la zona, bautizado tiempo después como la
conspiración de Querétaro.
A estas reuniones políticas en
casa de los corregidores, acudieron algunos de los más famosos revolucionarios
de los primeros momentos de la independencia mexicana, como es el caso de los
capitanes Arias, Aldama e Ignacio Allende, el cual parece que fue pretendiente
de una de las hijas de Josefa.
El 13 de septiembre de 1810 se
informó al juez eclesiástico Rafael Gil de León, que se estaba preparando una
conspiración en Querétaro para proclamar la independencia de México, puesto que
se estaban almacenando armas en las casas de los simpatizantes del movimiento
revolucionario. Rápidamente dicho juez informó al corregidor Domínguez para que
interviniera en el asunto.
Miguel Domínguez, aunque no
participó de forma activa en las reuniones que se mantenían en su casa, conocía
perfectamente a los implicados en la conspiración, pero fingiendo ignorar la
situación, comenzó a realizar los registros que el juez le ordenaba. Tras
informar a su esposa de que la conjura había sido descubierta por las
autoridades españolas, decidió encerrarla en su habitación para evitar que
informara a los implicados, en un intento de salvar a su familia y a él mismo
de posibles represalias, puesto que eran conocidas tanto sus inclinaciones
políticas como las de su mujer. Pero Josefa decidió intervenir y avisar a los
revolucionarios. De este modo elaboró una nota con letras impresas sacadas de
periódicos; para evitar que se reconociera su propia caligrafía; y decidió
enviársela al capitán Allende a través del alcaide Ignacio Pérez, el cual cabalgó
en busca del capitán y al no encontrarle en San Miguel el Grande, entregó la
misiva al padre Miguel Hidalgo.
Tras esta notificación de
Josefa, el padre Hidalgo decidió adelantar el levantamiento a la madrugada del
16 de septiembre de 1810. En un principio, dicho levantamiento estaba previsto
que se iniciara el 1 de octubre de ese mismo año. Miguel Hidalgo aprovechando
su posición como párroco de Dolores, convocó a sus feligreses y les instó a
luchar por conseguir un gobierno más justo y logró su propósito, puesto que la
mayoría de los convocados eran indios, los cuales se encontraban en una
situación precaria debido a las malas condiciones de vida y a las tremendas
desigualdades que imperaban en la vida del virreinato.
Gracias al aviso de la
Corregidora, como se la apodaría popularmente en la época, muchos conspiradores
pudieron escapar antes de ser detenidos por las autoridades virreinales. Pero
Josefa no salió bien parada de su arriesgada acción. El 14 de septiembre, tras
recibir noticias de Hidalgo, mandó una carta al capitán Arias, para que se
preparara para la lucha, pero éste la delató y tanto su marido como ella fueron
detenidos el mismo día que se produjo el grito de Dolores.
Tras su detención, Josefa Ortiz
de Domínguez fue conducida al convento de Santa Clara y su marido al de Santa
Cruz, ambos situados en la ciudad de Querétaro. Miguel fue juzgado y
destituido, pero fue liberado gracias a la intervención popular, puesto que
durante los años que ejerció como corregidor había demostrado su apoyo a las
clases más desfavorecidas[…]
Josefa, por su parte, fue
trasladada a México D.F., en el año 1814 y fue recluida en esta ocasión en el
convento de Santa Teresa. Tras celebrarse su juicio, fue declarada culpable de
traición, a pesar de los intentos de su marido, que ejerció de abogado
defensor. Los últimos años de cautiverio los pasó en el convento de Santa
Catalina de Sena, considerado más estricto que los anteriores. La situación de
la numerosa familia Domínguez fue precaria durante estos años, puesto que
Miguel, gravemente enfermo, apenas si podía ver a su esposa y no disponía de
ingresos para mantener a sus hijos. El virrey Juan Ruiz de Apodaca, se hizo
cargo de la situación y reconoció a Miguel Domínguez el derecho a percibir un
sueldo por los servicios prestados y liberó a Josefa en junio de 1817.
Tras la proclamación de la
Independencia, el 18 de mayo de 1822 Agustín Iturbide se proclamó emperador de
México y ofreció a Josefa un puesto en su corte, para que fuera dama de honor
de su esposa, Ana Duarte de Iturbide. Para Josefa esto fue del todo intolerable
y renunció a ocupar el mencionado puesto, ya que pensaba que la constitución de
un Imperio, era totalmente contraria a los ideales por los que se había luchado
durante la guerra.
En los últimos años de su vida
Josefa Ortiz de Domínguez estuvo relacionada con los grupos liberales de
carácter radical. En todo momento se negó a recibir cualquier recompensa, por
el apoyo inestimable que había prestado a la consecución de la Independencia,
ya que opinaba que no había hecho más que cumplir con su deber de buena
patriota.
Falleció en México D.F., el 2 de
marzo de 1829, a la edad de sesenta y un años. Sus restos fueron enterrados en
el convento de Santa Catalina, aunque algún tiempo después fueron trasladados a
Querétaro, donde reposan junto con los de su marido, en el Panteón de
queretanos ilustres, en un mausoleo construido en su honor en 1847 en el
antiguo huerto del convento de la Cruz.”1
*Se manejan años diferentes para el nacimiento de tan ilustre mujer.
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